Soy ¡Dipsómano!... o dipsomaníaco

Ahora que tan de moda está el uso del término ‘botellón’ entre adolescentes, algunos casi niños y otros - como decían nuestras abuelas- ya en edad casadera, recuerdo, vagamente, nuestros años mozos en el barrio. Eramos los quinquis de la zona. Nunca fuimos conflictivos, nunca cometimos delitos, al menos nunca fuimos ‘pillados’, sin embargo compartíamos, lo que después se llamó “litronas”; para nosotros “unos litros”, sin mas.

¡Como cambian los tiempos!, donde antes había macarras, personajes incómodos y conflictivos…hoy se encumbra a lo mas cool de la cultura neopija. Ahora los bichos raros son los pobres reprimidos que no participan en botellones colectivos, algunos llegan a ser patrocinados por ¡ayuntamientos!. En nuestro caso éramos unos borrachuzos. Técnicamente unos alcohólicos en potencia.

Han pasado los años, han variado muchas condiciones respecto aquel ritual original. Ya no solemos ingerir alcohol en la calle y sí en algún bareto o garito, el líquido es de mas calidad o al menos mas caro, tenemos mas canas que años… (he dicho canas, aunque cañas... también), pero la esencia sigue perdurando en el tiempo: es la manera perfecta de socializar.

Y aunque sigo disfrutando de un buen vino con su tapa, por supuesto; una cerveza muy fría –a mediodía, la mejor hora-, sin olvidarnos de Jacky (Daniels, por supuesto!), normalmente a mas altas horas de la noche, aquella amenaza pública de alcohólico potencial sembró dudas tempraneras en mi aprensiva moral.

Los eufemismos de este siglo por fin me han devuelto la tranquilidad.

Dipsomanía es el consumo abusivo de alcohol. El dipsomaníaco no tiene dependencia física ni bebe todos los días. Puede estar mucho tiempo sin probarlo, y de pronto se da una situación determinada que empuja a la desmedida y el exceso.

No tiene porqué ser una enfermedad, es una tendencia, e incluso una cuestión nerviosa. Puedes ser un tipo relativamente saludable, comer bien, hacer deporte, llevar una vida ordenada. Y de repente se abre la veda y a beber hasta caer rendido.

Las crisis dipsomaníaca activa un determinado mecanismo de la voluntad, un interruptor mental que inicia una clase de catarsis, una entrega total al descontrol.

Por ello, si en estas fiestas cometéis algún que otro desfase alcohólico, en cualquiera de las oportunidades que tendremos de socializar… tranquilos y repetid conmigo:

soy un Trasto Malísimo y soy DIPSÓMANO
... y eso suena mucho mejor que borracho o alcohólico...